Nos dirigimos a la zona de tiendas. No por comprar sino por cotillear un poco los precios, los 'modelismos' de los canadienses. Parada a comer en un 'restaurante' formato americano en el que nos preguntamos porqué toda la comida la tienen que servir entre dos panes o con un pan debajo (veanse sandwiches, hamburguesas o pizzas). Ah bueno, aquí tenían la especialidad canadiense: patatas fritas con salsa de carne... sí, como lo oís, y lo llaman especialidad (lo probamos y no volveremos, por supuesto).
No vale criticar mi cara en la foto, probablemente estaba observando el golpe que se dió un pájaro contra el cristal del 'restoran'...
En el Downtown está el VANCOUVER ARTGALLERY, que podríamos decir que fue igualmente decepcionante que las patatas canadienses... Edificio bonito, estilo clásico (difiere mucho del resto de la arquitectura de Vancouver, que es todo cristal y acero), pero cuando entras, descubres que es un poco estafa: cuatro plantas, dos de ellas cerradas, subimos a la cuarta planta y hay un mural tótem a medio terminar ya que la exposición es ver trabajar al tío con la madera, etc... lo cual habría estado muy bien si el tío en cuestión hubiera estado allí trabajando (sería su hora de comer o algo); tercera planta cerrada (preparando una futura exposición de un tío que hace comics o algo), segunda planta cerrada (esta no se porqué) y en la primera planta una exposición curiosa de antiguas fotos de edificios emblemáticos u originales de todo el mundo (esta parte a Pau le gustó más). Nada del otro mundo.
Paseo de vuelta al hotel...
Y poco más que contar de ese día. Excepto nuestra maravillosa cena de sandwich de jamón y queso frío en la habitación del hotel y a dormir.
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